Sabemos que muchas de las recomendaciones que se dan a quienes sufren reflujo no tienen una base científica sólida. Sin embargo, hay herramientas que poco a poco están demostrando resultados positivos. Una de ellas: la respiración diafragmática.
En la mayoría de los casos, el reflujo ocurre porque la válvula que separa el esófago del estómago (llamada esfínter esofágico inferior o EEI) no cierra bien.
Esto puede deberse a dos cosas:
Que esa válvula se relaje más de lo normal en momentos inapropiados (algo que se conoce como TLESR).
Que tenga muy poca fuerza para mantenerse cerrada.
Además, se ha descubierto que una parte del músculo que usamos para respirar —el diafragma, especialmente su zona más profunda (el diafragma crural)— también ayuda a mantener esa válvula cerrada. Es como un soporte extra que refuerza la barrera que evita que el ácido suba al esófago.
La idea es sencilla: como el diafragma es un músculo que podemos entrenar voluntariamente, la respiración diafragmática serviría para fortalecer esa zona y, por tanto, mejorar el cierre de la válvula.
Se trata de cambiar el patrón de respiración superficial (torácica) por uno más profundo y abdominal. Es decir, en lugar de respirar levantando el pecho, aprender a inflar el abdomen al inspirar, usando el diafragma.
Con la práctica, esta forma de respirar:
Relaja el cuerpo.
Mejora el control del diafragma.
Puede tener efectos positivos sobre el reflujo.
Los estudios realizados hasta ahora han mostrado resultados prometedores:
Reduce el número de episodios de reflujo después de las comidas, al mejorar la fuerza de la válvula.
En algunos pacientes, disminuye la necesidad de tomar antiácidos (IBPs), sobre todo si mantienen el entrenamiento respiratorio.
Mejora la calidad de vida y reduce el tiempo en que el esófago está expuesto al ácido.
En pacientes con tos crónica causada por reflujo, potencia el efecto del tratamiento médico.
Y lo mejor: los beneficios se han visto incluso en pacientes con síntomas más complejos, como los que tienen hipersensibilidad esofágica o hipervigilancia digestiva.
Se cree que puede ayudar por varios motivos:
Mejora del control del sistema nervioso que regula el aparato digestivo (nervio vago).
Reducción de las relajaciones anormales de la válvula (TLESRs).
Fortalecimiento del diafragma que ayuda a mantener el cierre.
Reducción del estrés, que también influye en los síntomas digestivos.
Tanto por experiencia personal como con los pacientes con los que trabajo, puedo decir que es una herramienta muy útil. No es mágica, ni inmediata, pero sí efectiva si se practica con constancia.
El mayor reto es que muchos pacientes no se lo toman en serio o buscan soluciones más rápidas, como suplementos que prometen resultados instantáneos.
Pero a veces lo que más ayuda no es lo más espectacular, sino lo que se puede sostener en el tiempo.
El tratamiento del reflujo no debería centrarse solo en reducir el ácido. Hace falta un enfoque más amplio y completo. Y herramientas como esta, que parecen simples, pueden marcar la diferencia si se usan bien.
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