Muchas personas con reflujo, gastritis o dispepsia sienten que no pueden desconectarse de sus síntomas.
Están pendientes constantemente de cada molestia, cada sensación en el pecho, en el estómago, en la garganta…
Y aunque parezca lógico “vigilar” lo que sientes para saber si estás mejorando, esta atención excesiva puede convertirse en parte del problema. Esto se conoce como "hipervigilancia esofágica".
La hipervigilancia esofágica es un fenómeno cada vez más reconocido en personas con reflujo gastroesofágico y otras alteraciones digestivas.
Consiste en una atención excesiva y constante a las sensaciones físicas relacionadas con el esófago, el estómago o la digestión.
Esto no solo intensifica la percepción de los síntomas, sino que puede contribuir activamente a su mantenimiento y empeoramiento, independientemente de la carga ácida real o el daño orgánico.
En el contexto digestivo, se refiere a prestar atención constante a lo que ocurre en el esófago, el estómago o el abdomen:
¿Me está subiendo acidez?
¿Esta molestia será reflujo o ansiedad?
¿Me dolerá más si como esto?
Con el tiempo, esto genera un círculo vicioso:
Más atención → más ansiedad → más percepción → más malestar → más atención
Y así los síntomas se intensifican, incluso aunque no haya más ácido ni más inflamación real.
Estudios recientes han identificado la hipervigilancia esofágica como un factor importante en personas con síntomas de reflujo persistentes, incluso cuando no hay una carga ácida elevada o daño visible.
En estos casos:
Activa el sistema nervioso simpático (estrés), lo cual puede afectar la motilidad, la sensibilidad esofágica y la permeabilidad de la mucosa.
Aumenta la percepción de síntomas incluso ante estímulos menores o normales.
Puede provocar respuestas evitativas y miedo aprendido, dificultando una vida normal.
Genera una búsqueda constante de soluciones, lo que alimenta la ansiedad y el agotamiento mental.
Esto no solo ocurre en pacientes con reflujo funcional o hipersensibilidad esofágica, sino también en personas con diagnóstico confirmado de ERGE, hernia de hiato o esofagitis. Esto explica por qué a veces el tratamiento convencional no es suficiente.
Sentir molestias es válido.
Pero vivir en modo vigilancia constante no ayuda a resolverlos, y en muchos casos, los empeora.
En lugar de obsesionarse con cada sensación, es más útil adoptar una actitud de:
Aceptación: el síntoma está ahí, pero no lo amplifico con miedo.
Confianza: tengo un plan, estoy haciendo lo que está en mi mano.
Presencia: conecto con mi cuerpo desde la calma, no desde la alarma.
1. Reduce la atención constante
No necesitas analizar cada síntoma cada hora. Anotar cómo estás una vez al día puede ser más útil y menos desgastante.
2. Respira profundamente antes y después de comer
La respiración diafragmática ayuda a activar el sistema nervioso parasimpático, que favorece la digestión y reduce la hiperactivación del cuerpo.
3. Ten un plan claro
Contar con una estructura de alimentación, hábitos y seguimiento evita la necesidad de estar buscando constantemente qué hacer.
4. Cambia el foco
Busca actividades que te conecten con el presente de forma externa: caminar, leer, hablar, crear.
5. Confía en el proceso
La mejora digestiva suele ser gradual. A veces, obsesionarse con los síntomas genera más ruido que claridad. Avanza, aunque no todo esté perfecto aún.
En muchos casos, la hipervigilancia esofágica va acompañada de ansiedad, miedo a los síntomas o pensamientos obsesivos relacionados con la salud.
Cuando esto interfiere significativamente en el día a día, puede ser muy útil contar con el acompañamiento de un profesional de la salud mental.
Terapias como la cognitivo-conductual (TCC) han demostrado eficacia en el abordaje de estos procesos, ayudando a reducir la atención excesiva al síntoma, mejorar la percepción corporal y fomentar estrategias de afrontamiento más sanas.
Buscar apoyo no significa que “todo sea psicológico”, sino que reconoces que la salud digestiva también se construye desde la mente.
La hipervigilancia no es un invento ni algo emocional “sin importancia”. Es un mecanismo real, estudiado, que tiene un impacto profundo en cómo percibimos, sufrimos y perpetuamos los síntomas digestivos.
No se trata de eliminarla por completo, sino de entrenar una forma más amable, menos reactiva y más consciente de vivir lo que sentimos.
Tu cuerpo necesita herramientas, sí, pero también necesita que le bajes el volumen al miedo.
Con calma, con constancia, y con un enfoque completo, se puede salir del bucle.
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