Muchas personas experimentan síntomas intensos de reflujo (como ardor, regurgitación, presión en el pecho o dolor al tragar) incluso cuando las pruebas como la gastroscopia o la pHmetría no muestran grandes alteraciones.
¿Por qué ocurre esto?
Una de las posibles causas es la hipersensibilidad esofágica.
Es una condición en la que el esófago reacciona de forma exagerada a estímulos que no deberían producir síntomas. Aunque el reflujo detectado está dentro de los límites normales, existe una relación temporal clara entre los episodios de reflujo (ácido o no ácido) y los síntomas.
Este fenómeno se ha descrito en los criterios de Roma IV como un trastorno funcional.
En la hipersensibilidad esofágica, hay una correlación clara entre reflujo y síntomas, aunque la cantidad de reflujo sea normal.
En el reflujo funcional, no hay correlación ni daño objetivo: los síntomas aparecen sin ninguna causa aparente identificable.
Aunque solo un 11 % de los episodios reales de reflujo ácido se perciben como molestos, algunas personas tienen un esófago más sensible de lo habitual.
Esto puede hacer que sientan molestias ante pequeños cambios de pH, distensión, o incluso ante reflujo débilmente ácido o no ácido.
Por el contrario, otras personas con lesiones como el esófago de Barrett pueden presentar hiposensibilidad, es decir, no notan el daño que está ocurriendo.
Reflujo que sube muy alto en el esófago
Volumen excesivo o ácido muy fuerte
Tiempo prolongado de contacto con la mucosa
Disminución de la barrera de protección del esófago
Estrés, ansiedad o alteraciones emocionales, que amplifican la percepción del malestar
La hipersensibilidad esofágica es una de las causas más frecuentes de falta de respuesta a los inhibidores de la bomba de protones (IBP), como el omeprazol.
En estos casos, el tratamiento no puede centrarse únicamente en reducir el ácido.
Educación digestiva: entender lo que está ocurriendo ya reduce el malestar.
Técnicas de regulación del sistema nervioso.
Cambios en hábitos, ritmo y estilo de vida.
En algunos casos, fármacos que modulan la sensibilidad esofágica.
Nuevos estudios sugieren que la terapia cognitivo-conductual puede ser muy útil.
Y sobre todo: seguimiento clínico personalizado.
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